mujeres

Mujeres: NO siempre será NO

Cada vez son más las mujeres que alzan la voz en contra de ciertas actitudes machistas y de acoso que están arraigadas en nuestra sociedad desde hace muchos años. Situaciones con las que hemos crecido y que hemos normalizado pero que no lo son.

Detalles que antes pasábamos por alto y ahora no queremos tolerarlos. Cómo por ejemplo volver a casa sola de noche e ir mirando hacia atrás con miedo hasta llegar a tu casa. Cosas que NO son normales pero con las que nos han educado.

Pero no, no tengo que ir por la calle de noche aligerando el paso y mirando hacia atrás cuando vuelvo a casa. Y no, tampoco tengo que aguantar comentarios de cualquier tío con el que me cruce. No es necesario que te agredan para sentirte acosada. Basta con un comentario o un gesto.

Volver a casa sola

Hace algunos meses me pasó algo curioso. Eran alrededor de las 10 de la noche y volvía a casa sola. Cuando estaba casi llegando, pasé por al lado de un hombre de unos 50 años que me dijo: “Guapa, yo te daba”. Seguí caminando unos pasos más sin hacerle caso pero no se calló: “eh tú, ven aquí, ven”. Entonces fue cuando pensé que por qué tenía que aguantar ese tipo de comentarios cómo si fuera un animal. Me giré y le dije textualmente: “¿Quién te crees que eres? ¿Por qué tienes que decirme eso? ¡Déjame en paz! ¿No te da vergüenza? ¡Podría ser tu hija!

Definitivamente, por la cara que puso aquel tipo, no esperaba para nada que le contestase. Claro, es lo que se supone que tenemos que hacer, ¿verdad? Y lo único que atinó a decir fue un: “Si no te lo he dicho a ti…”. Patético.

«Tengo el mismo derecho que él a ir tranquila por la calle, sin tener que mirar hacia atrás ni cerrar la puerta deprisa»

La cuestión es que llegué a casa y mi enfado se multiplicó por mil. Cuando conté lo que me había pasado la respuesta fue: “si contestas a ese tipo de comentarios algún día te va a pasar algo”. Esta misma respuesta me la dieron familiares, pero también chicas jóvenes como yo. Y eso es, precisamente, lo que hay que intentar cambiar: el miedo.

No sé si valió de algo enfrentarme a ese tipo pero, lo que sí sé, es que tengo el mismo derecho que él a ir tranquila por la calle, sin tener que mirar hacia atrás ni cerrar la puerta deprisa tras de mí al entrar en el portal de mi casa. Pienso que al quedarnos calladas ante situaciones similares les estamos dando razones para que esto siga ocurriendo.

Probablemente no conseguí nada aquel día, o quizás sí, ¿quién sabe? Puede que ese hombre la próxima vez se lo piense dos veces antes de abrir la boca.

Escrito por Raquel Sánchez Alcántara para QMode