Nuestra colaboradora Raquel nos trae un artículo genial sobre lo que queremos en la vida: Mamá, quiero ser influencer.
Maldivas, Sudáfrica, Tailandia… Son lugares a los que poca gente viajaba hace unos años. Seguramente, ni siquiera situábamos las Maldivas en el mapa, sin embargo, ahora soñamos con viajar allí y hacer esas fotos maravillosas con el mar azul turquesa de fondo.
Siempre me gustó la moda pero no compraba ropa como si no hubiera un mañana. Ahora, abro Instagram y el 80% de las cuentas que sigo tienen algo que ver con la moda. Hay tantas marcas diferentes y tantos influencers trabajando para ellas que no sabemos ni dónde elegir.
Te hacen soñar con cosas que ni siquiera sabías que existían. ¿Vivíamos más felices sin saber de las 30000 marcas de ropa que existen ahora mismo? ¿Y sin querer ir a toda costa a Santorini para hacerte una foto al atardecer?
A muchos de ellos no les gusta la palabra influencer pero, realmente, es lo que son. Influyen tanto en la vida y las decisiones del resto de personas que se han convertido en una pieza imprescindible para la publicidad de las marcas. Y, claro, ahora todos queremos ser influencers, recibir paquetes, hacer unboxings y viajar gratis. Porque realmente es eso lo que se percibe desde fuera, aunque tenga un trabajo detrás.
Se ha convertido en una profesión sin pretenderlo y se puede vivir muy bien de ello. Pero, no es tan sencillo, no vale con abrir una cuenta de Instagram o un canal de Youtube y subir fotos y vídeos. Hace falta un carisma especial, ese algo que te diferencie de los demás, que llame la atención y haga que la gente te siga día a día. Y no nos olvidemos de las fotos, una buena cámara es imprescindible porque, no nos engañemos, en las redes sociales la imagen lo es todo. Da igual la personalidad que tengas o lo especial que seas. Si tus fotos no tienen calidad, no eres nadie.
El otro día, en el metro, escuché cómo unas chicas de unos 16 años hablaban de su futuro:
“¡Tía, me faltan 20 seguidores para llegar a 1000! Los necesito ya para que me empiecen a regalar cosas. Lo próximo que haré será abrir un canal en Youtube para hacer vlogs diarios y unboxings, paso de estudiar, así se gana más dinero. Y, además, podré viajar gratis”.
Y yo me quedé perpleja porque, probablemente tenía razón. Muchos influencers ganan mucho más que cualquier otra persona de su edad con un trabajo normal. Esa es la realidad. No es mejor ni peor, es simplemente un hecho. Pero, lo cierto, es que no todo el mundo vale para ello, sino todos lo seríamos.
La sensación que te queda al ver su día a día es que tienen una vida estupenda y fácil, aunque no sepamos qué hay detrás. Pero lo que de verdad da miedo que los jóvenes de ahora, en lugar de querer estudiar, quieran ser influencers de profesión simplemente por el hecho de tener una vida fácil y maravillosa.
Escrito por Raquel Sánchez Alcántara para QMode