Lo absurdo de la normalidad.
Vivimos aferrados a la idea que siempre nos han impuesto de que hay que seguir ciertos pasos durante la vida y que, si no los sigues, estás “fuera” de la sociedad. Se supone (no sé quién fue el primero que lo supuso) que es como una escalera imaginaria dónde vas subiendo de nivel a medida que cumples con lo establecido por la sociedad. Si te saltas algún paso o los cambias de orden ya no eres normal.
«El problema no es ser normal, el problema es la sensación de fracaso cuando crees que no consigues»
Si tuviera a mi yo de hace 15 años justo en frente de mí le diría, principalmente, una cosa: no seas normal. No quieras ser normal, por favor. Sé diferente, sé única. Al principio puede que sientas que no encajas, que te sientas fuera de lugar, e incluso puede que intentes ser normal, imitar al resto pero, al final, valdrá la pena. Equivócate, mete la pata, arriésgate, lucha, desvíate del camino establecido.
Se concibe la normalidad como algo perfecto e idílico. El problema no es ser normal, el problema es la sensación de fracaso cuando crees que no consigues lo que se supone que deberías conseguir. Esa auto exigencia que nos imponemos nosotros mismos para estar a la altura de lo que la sociedad espera de nosotros.
¿Ser normal es tener un trabajo estable, casarte, hipotecarte y tener hijos antes de los 35, todo en ese orden? ¿Y si tengo 35 años y no tengo trabajo estable ni quiero tener hijos, qué soy? ¿Y si mis medidas no son 90-60-90? ¿Y si no quiero llevar una dieta healthy? ¿Acaso hay algún guion escrito que debamos seguir al pie de la letra? ¿Dónde está el mío? Debe ser que al nacer no me lo dieron… Pues no, yo no soy normal.
Es más, para algunos siempre he sido rara. Siempre he ido un poco a contracorriente y estoy orgullosa de ello. Probablemente tu tampoco lo seas y, créeme, eso es fantástico.
Todavía me pregunto qué significa ser normal. ¿Acaso importa?
Escrito por Raquel Sánchez Alcántara para QMode