Monika descubre otro destino: Irlanda
Alguien dijo por ahí que el mundo es demasiado bonito como para viajar solo por Internet así que sin pensarlo mucho me encontraba nuevamente en uno de mis lugares favoritos: El aeropuerto de Barcelona.
Estaba muy emocionada porque era mi primera vez que pisaba tierras irlandesas así que una vez realizado el check-in y con las llaves en el bolsillo salí a descubrir con ilusión la ciudad de Dublín.
Caminando sin prisas por la avenida O’Connell observaba con curiosidad a los edificios y a todas las personas que me encontraba largo el camino ¡Era tan pintoresco!
Una vez cruzado el río Liffey seguí con mi paseo bordeando las antiguas Casas Irlandesas del Parlamento hasta que llegué a Trinity College; punto de encuentro con mi amigo Óscar que recién había aterrizado.
Después de un breve recorrido por el campus universitario optamos por perdernos por las calles del centro compuestas de pequeños comercios, pubs, iglesias y muchos artistas callejeros.
La música en vivo nos acompañaba como una orquesta, mientras seguíamos nuestro itinerario hasta que nos alcanzara Nuria; nuestra otra compañera de viaje.
Inevitable fue el paseo por el famoso barrio Temple Bar y la visita del homónimo pub así que entre por una cerveza Guinness y un concierto de música tradicional, decidimos que era la hora de retirarnos ya que el día siguiente iba ser un gran día: teníamos reservada una excursión que nos llevaría a contemplar toda la belleza de Irlanda.
Tras haber sobrevivido al madrugón y haber cruzado, desde un extremo al otro, toda Irlanda habíamos por fin llegado a nuestro primer destino: Galway.
Juvenil, pequeña y acogedora, el guía nos había también informado que era una de las ciudades con más crecimiento económico de la UE y una de las más dinámicas del país, así que tras una breve vuelta por las calles del centro histórico, paseando por el mercadillo y tomando alguna foto, seguimos con el itinerario programado.
De camino a los acantilados de Moher tuvimos el placer de cruzar una gran parte del parque natural de El Burren; famoso por su rica historia celta, por su “escenario pedregoso” y también por sus castillos. ¡Un paisaje de sueños!
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Una vez aparcados, los acantilados estaban encubiertos por una cortina de niebla pero en cuestión de poco tiempo (¡y muchísima suerte!) fue desapareciendo poco a poco y un tímido rayo de sol iluminaba las que son una de las estructuras rocosas naturales más antiguas de toda Irlanda.
Al ver tanta belleza nos quedamos simplemente boquiabiertos, porque fue cómo vivir en una película.
Como todo lo bueno se acaba pronto, la vuelta a la ciudad nos estaba esperando.
Una vez en Dublín, aún nos quedaban algo de energías así que decidimos de dejaron llevar por la famosa noche dublinés ¡Hasta que aguantamos!
Dicen que viajar es la respuesta y no importa cuál sea la pregunta.
Aprovecha cada momento para conocer a nuevos lugares, a nuevas personas y sobretodo para conocerte más a ti misma que seguro será una maravillosa sorpresa.
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