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Cómo es vivir con síndrome del impostor en medio de una pandemia

Seguro alguna vez lo has sentido

¿Cómo es vivir con síndrome del impostor?

Si nos propusiéramos hacerlo, estoy convencida de que podríamos hacer una lista bastante larga de todas las dificultades que hemos experimentado como generación. La más reciente es una de las más difíciles, por supuesto, y además viene muy mal acompañada.

Tal vez hayas escuchado antes del término ‘síndrome del impostor’, tal vez no. Hoy, te lo quiero presentar como un patrón psicológico que, como a muchos, me ha acompañado durante la mayor parte de mi vida.

Desde que desarrollé la capacidad de pensamiento crítico y emprendí un journey de auto-descubrimiento, me he llenado la boca haciendo prédica sobre el amor propio (como muchos de nosotros, ¿no?); paso horas y horas en conversaciones con amigas y amigos sobre el poder que tenemos cada uno como seres humanos y he encontrado satisfacciones profesionales que me enorgullecen pero que muy en el fondo, me hacen sentir como todo un fraude.

Hace unos años, en una de muchas sesiones de terapia con mi psicóloga, descubrí que se trataba de algo llamado síndrome del impostor.


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Incluso sentada escribiendo estas líneas, o las muchas otras que escribo a diario como comunicadora, siento el peso de esa “culpa” irracional, de ese sentido de “no perteneces
acá”, “lo que haces no es suficientemente bueno” y que se profundiza muchísimo cuando veo el trabajo de alguien más.

La presión, expectativas y dureza que soy capaz de poner sobre mi misma, son paralizadoras, al punto de convertirse en un círculo vicioso contra el cual me encuentro batallando habitualmente y que, desafortunadamente, derivan en procrastinar y sentirme como el asco acerca de mi misma, reforzando la culpa irracional que siento de por sí.

Entiendo perfectamente que estoy describiendo emociones que pueden resultar ser bastante crudas y tal vez demasiado honestas, pero la realidad es que el proceso del distanciamiento social también ha hecho que me sienta un poco más vulnerable y honesta con la manera en la que experimento nuevos – y viejos – sentimientos.

Creo que parte del amor propio es ver la dureza de nuestra vulnerabilidad y nuestras fallas desde la paciencia y la comprensión… o al menos intentarlo.


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Síndrome del impostor ¿Lo dejaré de sentir?

La verdad es que no tengo idea de si dejaré de sentir esto algún día. Sé que me siento mejor, que logro identificarlo. No tengo un checklist de “cosas para hacer contra el síndrome del impostor” y muchísimo menos en un espacio de tiempo en el cual, a nivel mundial, la vida como siempre la hemos conocido cambió completamente y, probablemente, para siempre.

Pero sé que se puede mejorar. Sé que podemos poner una piedrita sobre otra y volverla una montaña.

Porque vales la pena, la vocecita recurrente en tu mente que te habla con maldad y dice que no puedes levantarte cuando te caes nunca puede más que tú.

Porque has llegado hasta este punto y sigues, incluso en los días en los que sientes que no puedes más.

Porque hay momentos en los que, a pesar de todo, vuelves a creer en ti misma y aunque sea pequeña y dure poco, esa confianza va creciendo gradualmente.

Tal vez eso es lo más bonito de este proceso: aceptarme y quererme, tan imperfecta como soy.

Reconocer que todos hemos venido cargando con el peso del mundo en nuestros hombros y la empatía nos lleva muchísimo más lejos que la competitividad y el desdén.