Diario de mi cuarentena

Syd y yo

Un diario libre en esta cuarentena

Diario de mi cuarentena.

Siempre me han gustado los perros. En casa, mi madre no nos dejaba tener uno: no quería que sus adornos fuesen víctimas de las travesuras y las mandíbulas de estos animalitos. Por eso, mis hermanos y yo pasamos nuestra infancia anhelando inútilmente tener uno.

Cuando me mudé a Madrid conocí a Romina, una chica de origen peruano. Tras varios meses de relación, decidimos mudarnos a un hermoso apartamento en la calle Ardemans , en el barrio La Guindalera, una zona convenientemente ubicada a escasos metros del Instituto de Empresas, centro de estudios en el que nos conocimos.

Cada mañana, luego de tomar un café y un croissant, nos cruzábamos con un sinfín de perros. Romina sonreía al verlos. No obstante, su reacción hacia ellos era muy distinta a la mía. El paso del tiempo no había minimizado mi empeño en tener uno y creo que Romina accedió a complacerme solamente para callarme un poco.

Adoptamos un Basset Hound de un año, al que bautizamos Syd.


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Romina no estaba feliz y se le notaba. Por ello, la relación apenas aguantó un mes más. Me quedé con el apartamento y con Syd. Aquellos fueron días muy tristes; nada nos hace tan vulnerables como la pérdida de un amor y la extinción de los planes de vida.

Aquella angustia inicial, producto de nuestra ruptura, fue desapareciendo gracias a mi perro y a sus pedidos de atención.

Salíamos a pasear todas las mañanas y todas las tardes. Llevaba algún juguete para que corriese y mantuviese su peso ideal. Volvíamos a casa, cada uno cenaba su comida y nos acostábamos en el sofá.

Syd era el perfecto compañero para ver series, leer o escuchar música, pero sobre todo, fue él quien me devolvió a la vida en momentos en los que apenas si deseaba quedarme en casa tomando helado y recordando a Romina.

La llegada del COVID-19 le cambió la vida a muchos. No se puede ir a la universidad ni quedar con amigos. Estar encerrado en cuatro paredes es angustiante. Sin embargo, he soportado este encierro gracias a Syd, a sus paseos, a sus besos en la mañana, a su compañía.

Contar con alguien capaz de amar incondicionalmente es lo mejor que me ha pasado en estos tiempos. Gracias a Syd puedo transmitirle un poco de calma a mis padres y amigos, aunque sea vía Skype.

Pienso en Romina y me pregunto cómo sobrevive esta cuarentena sin un Syd que la acompañe.

Esto fue el diario de mi cuarentena


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